Se desconoce cuándo se comenzó a almacenar y conservar alimentos para poder ingerirlos sin que se estropearan.
Los primeros contenedores fueron sacados directamente de la naturaleza. El secado, ahumado, curado y salado han sido procesos de conservación muy comunes desde tiempos muy remotos. Según las zonas geográficas se utilizaban unos y otros, pues no es lo mismo intentar secar carne o pescado en África que en el norte de Europa, donde ahumaban más alimentos. En Mesopotamia era común el secado y en las costas la salazón.
Aparte de silos y graneros para almacenar el alimento, se hacía imprescindible recipientes más pequeños para la vida diaria. Podían ser permeables (cestos, cajas, arcas...), como impermeables. En esto último fue básica la invención de la cerámica, pero ya antes se utilizaba el cuero o la madera para fabricar recipientes que soportaran líquidos.
De todas formas, los alimentos necesitaban de una preparación para su conservación en recipientes cerámicos o de barro. Los productos cárnicos, se preparaban de tal manera que se mantenían aceptables por un largo periodo de tiempo. Las instalaciones de ahumado eran comunes. Otras carnes fueron preservados por capa de sal en vasijas de barro.
El papel y el cartón surgieron a finales del siglo XIX como material de envasado y embalaje. Durante mucho tiempo el precio de los materiales para envasado de alimentos, hojalata, vidrio, y papel eran más caros que la propia comida. Las innovaciones tecnológicas hicieron posible la producción de material de embalaje a buen precio. En la década de 1880 se consiguió hacer papeles y cartones impermeables a la grasa y el líquido cubriéndolas con una fina capa de parafina.
El siglo XX también vio nacer un nuevo material de envase, el plástico. El plástico se ha convertido en el rey indiscutible en el almacenaje de alimentos seguido del acero inoxidable y el aluminio.
Cuando los químicos encontraron el procedimiento para unir pequeñas moléculas orgánicas y formar otras más grandes y pesadas, comparables a las de las resinas vegetales, se gestó el mundo de las resinas sintéticas que todos conocemos con el nombre genérico de plásticos. Los envases de plástico fueron más económicos y fáciles de producir respecto de los otros materiales. Eran más livianos que los otros y con esto se reducía el costo de transporte.
Lo que comenzó como un experimento en los años treinta, se ha vuelto un fenómeno mundial. Un comerciante e inventor llamado Earl Tupper, de New Hampshire, descubrió un método para purificar los desechos de un proceso para refinar petróleo y convertirlo en un material durable, flexible, inodoro, no tóxico y ligero. Primero se dedicó a fabricar partes plásticas para las máscaras de gas que fueron utilizadas durante la Segunda Guerra Mundial y luego una línea de recipientes plásticos para conservar y servir alimentos en la época posguerra en que los refrigeradores eléctricos y de gas inundaron el mercado. El producto pionero, el famoso Tazón Maravilla, fue lanzado en 1946, llamando inmediatamente la atención por su novedoso sello hermético.
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